GONZALO MENÉNDEZ-PIDAL

Gonzalo Menéndez-Pidal nació en Madrid el 12 de abril de 1911 y murió en la misma ciudad el 11 de diciembre de 2008. Fue el tercer hijo del matrimonio de Ramón Menéndez-Pidal y María Goyri; nació una década después que Jimena y tras el fallecimiento de Ramón, el segundo hijo de Ramón y María, que murió a los cuatro años de edad. Gonzalo Menéndez-Pidal fue historiador, filólogo, profesor, fotógrafo, y cineasta documentalista.

Formación

Tras concluir su formación en la Institución Libre de Enseñanza y en el Instituto Escuela, antes de matricularse en la universidad, Gonzalo residió durante el curso de 1927-28 en Alemania, pasando los primeros meses en una granja con una familia de Baviera y el resto del tiempo en Munich. Durante su estancia en la capital bávara, además de aprender el idioma alemán, Gonzalo estudió “El problema de las generaciones” con Wilhelm Pinder, brillante historiador de Arte Medieval, que enseñaba entonces Filosofía de la Historia; Latín vulgar con el renombrado lingüista y romanista hispanista Karl Vossler, y Física teórica con el gran físico y matemático Arnold Sommerfeld al que Gonzalo catalogará como ‘atomista y esquiador’. Gonzalo se sentía vivamente atraído por la física a raíz de su amistad con el espectroscopista Miguel Catalán Sañudo, recientemente casado con su hermana Jimena. Aprovechando un periodo de vacaciones, Gonzalo enriqueció su formación acompañando a su cuñado Miguel a un viaje científico promulgado por la Fundación Rockefeller y la Junta para la Ampliación de Estudios, que consistía en conocer de cerca los mejores laboratorios de física y química alemanes, todo ello con el fin de construir posteriormente un Instituto de Física y Química español. Consciente del valor testimonial de aquella experiencia, Gonzalo captaría distintos momentos de aquel viaje con su cámara fotográfica.

“He sido alumno y enseñante. De la primera etapa recuerdo a muchos buenos maestros y muy diversos ambientes. De aquellos maestros mucho he aprendido, pero como enseñante también he aprendido de los alumnos”

De vuelta a España, Gonzalo se matricula en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid, donde estudia principalmente Lingüística e Historia, compaginando la carrera con muy distintas actividades. Puede decirse que esa innata curiosidad y ese constante afán de conocimientos variados, pronto constituyen el sello distintivo de la personalidad de Gonzalo Menéndez-Pidal. Como recordaría Elisa Bernis al esbozar, a finales de los años de 1980, una brevísima biografía de Gonzalo destinada a la solapa informativa de uno de sus libros (1) y que comenzaba precisamente, hablando directamente de ello: Interés por conocer y una curiosidad abierta a muy diversos horizontes caracterizan en conjunto el trabajo de Gonzalo Menéndez-Pidal y sus actividades docentes y culturales. Esta actitud se puso de manifiesto muy tempranamente, recordemos por ejemplo cómo, aún jovencísimo, atraído por el mundo de la musicología, acompañó a Kurt Schlinder en su busca y registro de canciones populares españolas (1928), cómo trabajó en Misiones Pedagógicas… (…) Todo ello no es más que un punto de partida para adentrarse después en parcelas aparentemente distantes. Uno de los mayores logros de Gonzalo Menéndez-Pidal, será precisamente la capacidad humanística de emparentar, en cada uno de sus trabajos, esas ‘parcelas aparentemente distantes’, otorgando al conjunto un nuevo y revelador sentido.

Matrimonio

En 1936, a principios de la Guerra Civil, Gonzalo contrajo matrimonio con Elisa, casándose civilmente en Madrid y celebrando la ceremonia religiosa, ya del otro lado de nuestras fronteras, en Burdeos (Francia). Compañera de Gonzalo en el Instituto Escuela, Elisa Bernis Madrazo, nacida el 25 de marzo de 1911, la misma primavera en que nació Gonzalo, era hija de la salmantina Rosa Madrazo Torres y del renombrado economista Francisco Bernis Carrasco (Sevilla, 1877- Bayona, 1933), catedrático de Economía Política y Hacienda Pública de la Universidad de Salamanca –donde compartió amistad con Miguel de Unamuno-, figura relevante en las finanzas españolas, reclamado por sucesivos Gobiernos ‘sin distinción de matices políticos’, que llegó a ocupar el cargo de Consejero de la Comisión Española de la UNESCO. Licenciada en Filosofía y Letras, Elisa fue seleccionada como becaria durante el curso de 1933-34 en Smith College, universidad privada femenina estadounidense (Northampton, Massachusetts), estrechamente relacionada con la Residencia de Estudiantes, que exigía elevadas aptitudes a las candidatas para concederles sus becas. De vuelta a Madrid, Elisa dedicaría, como Gonzalo, gran parte de su vida a la docencia. Gonzalo y Elisa serían padres de dos hijos: Elvira y Fernando. Hermanos de Elisa, fueron Francisco Bernis Madrazo, notorio ornitólogo y biólogo cofundador de la S.E.O. (Sociedad Española de Ornitología), Carmen Bernis Madrazo, prestigiosa historiadora especializada en la investigación de la Historia del Traje –que colaboraría con Gonzalo en algunas publicaciones (2)-, y las pioneras en las ciencias, Margarita Bernis Madrazo, Licenciada en Físicas, y Rosa Bernis Madrazo, profesora de Matemáticas en el Colegio Estudio, casada con el ilustrador y cineasta Arturo Ruiz-Castillo -hijo del propietario de la editorial Biblioteca Nueva-, que también colaboraría con Gonzalo en varias actividades, principalmente relacionadas con el cine (3).

Elisa y Gonzalo conservarían de por vida, un buen número de amigos comunes, conocidos durante su formación en el Instituto Escuela, entre ellos el institucionista Juan Uña y Díaz Pedregal –casado con Sara Barranco-, y el diplomático y escritor Emilio Garrigues Díaz Cañabate –casado con Paz Flórez-.

Tesis doctoral y primeras publicaciones

Gonzalo Menéndez-Pidal había pensado concluir su formación universitaria con una tesis doctoral sobre “Medios de expresión en el cine” en la que relacionaba distintas artes, literatura y música, pero el proyecto quedó truncado por la Guerra Civil –que Gonzalo y Elisa vivieron entre Madrid, Segovia y Burdeos-, y posteriormente retomó su doctorado con una nueva tesis, titulada “Mozárabes y asturianos en la cultura de la Alta Edad Media reflejada en sus bibliotecas” (4). En ella, analizaba la cartografía del mundo que circulaba en los diversos manuscritos antiguos que se conservaban en varias bibliotecas españolas y en la Biblioteca Nacional de Francia, a la vez que se centraba en las Etimologías de San Isidoro, obispo teólogo y erudito de la España visigoda, y en el ensayo de geografía universal de Osorio cuya vigencia se mantuvo durante los siglos VIII a XIII. La originalidad de su trabajo se basó en un análisis metódico y concienzudo de los mapas antiguos, llegando a establecer las distintas familias de aquellos mapas geocéntricos que se inspiraban simbólicamente en las Escrituras y que derivaron después en el diseño de las esferas terrestres tripartitas que perdurarían en pinturas, esculturas y emblemas de poder, y que a su vez darían origen a los mapamundis medievales, como los de nuestros distintos Beatos, que sintetizaron, aún de forma muy simbólica, los conocimientos geográficos de la Edad Media (5). La tesis de Gonzalo Menéndez-Pidal incluía numerosas imágenes y dibujos realizados por él mismo, lo que presagiaba ya desde sus primeros pasos como historiador, el enorme interés que iba a conceder a la imagen como compañera imprescindible del texto escrito. Desde aquel mismo momento, quedará también patente en la carrera de Gonzalo Menéndez-Pidal su consideración acerca de la necesidad inapelable de relacionar constantemente la Historia con el estudio de la Geografía.

En 1941 publica el “Atlas Histórico Español” (6) que le valió entusiastas elogios por parte de Karl Vossler: … me sorprendió hace pocas semanas el nuevo “Atlas Histórico Español”, publicado por un joven amigo y antiguo discípulo mío, Gonzalo Menéndez-Pidal, hijo del renombrado filólogo e historiador Ramón Menéndez-Pidal (Gráficas Ultra, 1941). Es un álbum bonito y fácil de manejar, con 42 hojas de mapas, con un texto inteligente, fácil de entender y muy ilustrativo, sin ornamentos pintorescos. Lo hojeé, lo leí y me hallé, con sorpresa mía, impresionado por la perspicacia y conmovido por el cálido amor a la patria con que se preparó esta obra durante los años de la guerra civil (…) Según comentaba Vossler, Gonzalo había reflejado en aquel atlas los rasgos agudos y las cicatrices de un pueblo que se encontraba en guerra mientras el autor preparaba su estudio geográfico-histórico. Así –prosigue Vossler-, llegó a existir un Atlas histórico nacional sin florituras ni soberbia. El movimiento y la vida manan por contornos sombreados tan pronto como uno se pone a leer el texto en la página de enfrente. El texto y los mapas se complementan íntimamente y sin esfuerzo. Todas las etapas de la historia política, cultural y literaria de la península Ibérica quedaban esquematizadas en un compendio de mapas diseñados personalmente por Gonzalo, cada uno de los cuales se complementaba con una página explicativa plagada de referencias a textos históricos. ¿Por qué nos afecta, -concluía el romanista alemán en su artículo-, a mí y a los amigos expertos a quienes lo he enseñado, como una verdadera obra de arte? Porque es tan útil, tan sincero, tan comprensivo y cordial, porque, en breve, es tan libre de artificialidad (7).

Según palabras de Manuel Gómez-Moreno, Vossler también afirmaba que, con aquel mapa, Gonzalo Menéndez-Pidal había sabido plasmar el valor de los imponderables haciéndolos visibles y concretos (8), halagos a los que Gómez Moreno sumaba los expresados por otro filólogo romanista alemán, el también fotógrafo y etnógrafo Fritz Krüger quien definió aquel trabajo como algo distinto de un común atlas histórico, pues comprendía mucho más que un simple acontecer político, y era capaz de desarrollar ante los ojos, intuitiva e intrínsecamente un pedazo de historia nacional y un reflejo del rendimiento cultural y literario que Europa debe al país del otro lado de los Pirineos (8). A este trabajo seguiría, en 1944, otro destinado a compilar, en un alarde de síntesis entre narrativa y gráfica, la “Imagen del mundo hacia 1570” (9). Esta nueva publicación, reflejaba una vez más, según palabras de Gómez Moreno, la enorme capacidad informativa y la eficacia docente del autor.

Años más tarde, en 1951, siempre preocupado por relacionar el espacio geográfico con los avatares históricos, Gonzalo Menéndez-Pidal publicará otra historia condensada de España, basándose, esta vez, en un estudio profundo del trazado de sus caminos y carreteras y de las distintas formas en que se viajó por ellas a lo largo de los siglos. Publicada bajo el título “Los caminos en la Historia de España” (10), esta obra, que también resultó muy sorprendente por su originalidad y gran acopio de datos, sería también muy celebrada por la crítica extranjera. En 1992, Gonzalo la revisó y amplió en una nueva edición, repleta de ilustraciones y fotografías, y nuevos dibujos realizados por él mismo, bajo el título “España en sus caminos” (11)

Docencia

Fiel heredero de las excepcionales dotes pedagógicas de su madre María Goyri, Gonzalo combinará sus labores de historiador e investigador con la docencia activa. A la edad de 24 años, durante el curso de 1933-34, prestó servicio como Ayudante interino de la Sección de Letras en el Instituto Nacional de Segunda enseñanza Cervantes, encargado de un grupo de Historia General de la Literatura, 5º curso, plan de 1903. De 1933, de aquellos primeros años como maestro, es precisamente su primera publicación, una selección de romances destinada a la Biblioteca Literaria del Estudiante -que dirigía Ramón Menéndez-Pidal-, en la que incluyó varias partituras, consciente de la enorme importancia que la música tiene en el Romancero, y a la que dotó de un estilo muy actual gracias a los originales y novedosos dibujos encargados a Arturo Ruiz-Castillo (12). En 1947, será él mismo quien aporte las ilustraciones de otro Romancero –publicado por Ramón Menéndez-Pidal- (13); y más adelante, en los años de 1950, volverá a interesarse por el Romancero y su música, publicando una segunda compilación (14); contribuyendo con unas ilustraciones musicales a otro Romancero de su padre (15); y participando en una serie de emisiones radiofónicas didácticas, con aportaciones musicales, sobre “El idioma y la tradición en la lírica, en el teatro y en el Romancero” (16). Esta última labor le propiciaría la estima del escritor José Muñoz Rojas –encuadrado en la Generación del 36-, el cual, interesado en la figura de Gonzalo a raíz de la escucha de aquellas emisiones, iniciaría con él una amistad que duraría de por vida.

“Solo en raras ocasiones el historiador actual cobra conciencia de que hay sustanciales relatos históricos que han llegado a nosotros en forma no escrita. Desde hace siglos hombres occidentales parece que se vienen interesando poco menos que en forma exclusiva de la Historia escrita. Casi nos parece axiomático que cuando no hay crónicas, anales, inscripciones, jeroglíficos, no hay Historia; como si los hombres solo dejasen en palabras relato explícito a la posterioridad. En realidad, todo el mundo que nos rodea nos habla de Historia”

Durante el curso de 1934-35, Gonzalo desempeñó el cargo de Profesor aspirante al Magisterio Secundario, en la sección de Literatura y Lengua Castellana del Instituto Escuela. Tras realizar las oposiciones pertinentes, en 1941 era, a los treinta años, Catedrático numerario de Lengua y Literatura Española en el Instituto Nacional de Enseñanza Media de Soria, labor que desempeñaría durante varios años. En 1942, publicó un eficaz manual de gramática española, con lectura y ejercicios especiales para los alumnos de Segundo Curso (17). A mediados de la década de 1950, formará parte del profesorado del Colegio Estudio fundado en 1940 por su hermana Jimena -junto a Ángeles Gasset y Carmen García del Diestro-, ganándose por parte de sus alumnos recuerdos imborrables de sus amenas lecciones y de su trato cordial.

A partir de entonces, Gonzalo Menéndez-Pidal impartirá numerosos y muy diversos cursos y conferencias en otros centros docentes de España y del extranjero, sobre temas literarios, históricos y cinematográficos.

Academia

El éxito de la trayectoria de Gonzalo Menéndez-Pidal como riguroso investigador y brillante historiador desembocó en su designación como Académico de número de la Real Academia de la Historia en 1955, antes de haber cumplido los 45 años, es decir, a una edad extraordinariamente temprana para dicho nombramiento. Casi contemporáneos suyos, fueron los académicos Luis García de Valdeavellano, Luis Vázquez de Parga y Julio Caro Baroja con el que Gonzalo conservaría una especial amistad a lo largo de su vida. Su discurso de ingreso, leído el 29 de junio de 1958, versó sobre las corrientes culturales que revelaban las miniaturas de la Alta Edad Media (18) y fue acompañado por el original apoyo de una proyección de diapositivas: No pretendo hoy adentrarme en una lectura histórica sólo a base de imágenes. Sería difícil y llevaría tiempo. Pero sí quiero mostrar en forma atenuada algo de lo que en esas viejas imágenes podemos leer. Ello me obligará a desplegar ineludiblemente ante vosotros los testimonios gráficos que hoy vienen por un momento a sustituir citas de textos. Serán imágenes a las que confío valor dialéctico; por eso he de multiplicarlas, barajarlas y clasificarlas, formando series, cuadros de doble entrada, para evidenciar similitudes o discrepancias, estabilización o cambio, para ayudar con unas la lectura de otras. (19)

Su discurso fue contestado por Manuel Gómez-Moreno, uno de los promotores del ingreso de Gonzalo en la Academia, junto a Gabriel Maura, duque de Maura y Miguel Lasso de la Vega, marqués del Saltillo. En su discurso de contestación, Gómez Moreno recalcó la predilección de Gonzalo por la Geografía histórica y el medievalismo, a la vez que auguró en aquel joven académico la capacidad de revolucionar todo el documental de nuestra Alta Edad Media, y más adelante aún (20). Gonzalo Menéndez-Pidal mantuvo a lo largo de toda su vida una relación de amistad con Manuel Gómez-Moreno, al que acompañaría en diversas ocasiones en sus búsquedas culturales y arqueológicas.

En 1989, Eduardo Camacho resumiría en bien escogidas palabras la importancia del aporte cultural de Gonzalo Menéndez-Pidal a nuestra historia: Muchas son las deudas que la España moderna -y también la antigua- tiene con uno de sus más fieles y al tiempo más esquivos y menos convencionales de sus cronistas y artistas -porque fuera de toda duda, junto con su valor historiográfico, la obra de Gonzalo Menéndez Pidal es, sobre todo, la de un auténtico artista, de esos, me temo, que por tranquila modestia ahorran a muchos de sus contemporáneos la oportunidad de su disfrute, mientras ofrecen a las gentes del futuro la rotundidad indiscutible de su valor e importancia- Le debe, por ejemplo, la más auténtica animación gráfica posible de la vida y costumbres medievales -especialmente del siglo XIII-; le debe la maravillosa exactitud caligráfica y científica de los mapas por donde han trasuntado sus hombres, sus animales, sus máquinas, sus espíritus; le debe la recolección más admirable de imágenes del siglo XIX y de la primera mitad del XX; le debe, en fin, la grabación de las voces de sus más representativos hombres modernos y contemporáneos, el registro de sus imágenes, la paciente recolección de los testimonios gráficos y escritos… Todo ello y mucho más llevado a cabo, sin embargo, desde una solitaria y callada modestia no exenta de ironía y de un cierto escepticismo que no hace más que ocultar una cálida humanidad, una juventud perpetua, una curiosidad ilimitada. Lo cual hace que España se haya enterado poco de esa deuda. (21)

Cine, fotografía y registro sonoro

Una de las facetas más características en la aportación de Gonzalo Menéndez-Pidal al mundo de la Cultura, ha sido su perseverante predilección por el registro sonoro, la fotografía y el cine, y la insistente utilización de estas técnicas en sus trabajos, tratando con ello de lograr una apertura de miras en el concepto tradicional de la historiografía.

Una de las razones que impulsaron a Gonzalo Menéndez-Pidal a dedicar tan amplia atención a las tecnologías de su tiempo relacionadas con el sonido y la imagen, fue la importancia que tanto sus padres como él, concedían a la misión de salvaguardar la memoria histórica en todos sus matices y vertientes humanos. La preocupación de Gonzalo por la necesidad de conservar testimonios veraces queda patente en las palabras con que él mismo definió su inquietud por estos temas: Continuamente tengo motivos para reprocharme el no haber fotografiado tal cosa, el no haber grabado tales palabras o tales músicas. Verdad es que iguales reproches podrían hacerse otros muchos, pero esto no es consuelo, sino que aumenta la culpa. Es demasiado frecuente entre nosotros esa falta de preocupación por conservar memorias familiares o colectivas. Cuántas veces hemos destruido cartas que tiempo después nos gustaría haber conservado. En cuántas fotografías no anotamos un nombre, una fecha, que hoy nos son imposibles de precisar.

“¿Quién inventó el cine? Pues muchos, ya que los éxitos de unos eran posibles gracias a los fracasos de otros. Aprendamos a ver en el cine lo que haya de positivo y dejemos de lado lo inútil, aunque tal vez en todo quede algo que testimonie una época, una moda, un país, unos hombres”

He tenido pocos medios a mi alcance, pero soy culpable de haberlos malamente utilizado. Y es más, entre las pocas cosas conseguidas, muchas son las que por descuido, abandono o fatalidad he acabado perdiendo. Por eso quisiera que mis culpas despierten en otros el deseo de salvar memoria de tantas cosas como pasan ante nosotros, para que años adelante, puedan ser utilizadas y disfrutadas por ellos mismos y por todos los demás. (22)

Gonzalo Menéndez-Pidal se había interesado por la fotografía, desde muy niño, aprendiendo muy tempranamente de sus padres Ramón Menéndez-Pidal y María Goyri, y de su cuñado Miguel Catalán el manejo de la cámara y del revelado fotográfico. Ya desde su juventud, Ramón y María habían sido grandes aficionados a la fotografía, convirtiéndose en auténticos pioneros de su tiempo. Gonzalo conservó la cámara Kodak modelo 96 que su padre, Ramón Menéndez-Pidal había comprado en 1891, inicialmente como entretenimiento, y que enseguida había aprovechado como herramienta científica para documentar sus investigaciones filológicas. Antes que Gonzalo, Ramón ya había fotografiado numerosos incunables y manuscritos, así como diversos escenarios que aún a finales del XIX, podían atestiguar las viejas costumbres medievales que estudiaba en las crónicas, como fue el caso, por ejemplo, de las dos expediciones realizadas tras las huellas del Cid Campeador y de los Siete Infantes de Lara. (23)

Podría muy bien decirse que Gonzalo tomó el relevo de aquella afición fotográfica, que manejaba con toda naturalidad, tanto para copiar fidedignamente páginas de viejos códices como para constatar y verificar muy variados datos históricos. Desde muy joven acompañaría como fotógrafo a su padre Ramón en muchos de sus viajes. Algunos de los libros publicados por Ramón Menéndez-Pidal se enriquecieron con ilustraciones fotográficas realizadas por Gonzalo, como por ejemplo, una edición de La España del Cid que incluye interesantes reproducciones en blanco y negro, fruto del viaje que, a finales de la década de 1960, compartieron padre e hijo por tierras burgalesas. (24)

La prueba de que Gonzalo comprendió y manejó desde muy pequeño el lenguaje fotográfico la tenemos en una postal escrita por él de muy niño, en la que cuenta a sus padres –que en aquel momento, se hallaban de viaje-, el resultado de sus últimas pruebas fotográficas. “En una de ellas, -escribía Gonzalo-, no enfocé bien”. La falta de ortografía y la infantil caligrafía demuestran lo temprano de su vocación.

Lo que en principio había empezado casi como un juego, pronto se había convertido en herramienta fundamental de sus investigaciones. Mientras aprovechaba el uso de la fotografía como apoyo fundamental a sus estudios históricos, geográficos y filológicos, Gonzalo Menéndez-Pidal fue desarrollando, además, en paralelo, un gusto propio y personalísimo por el retrato artístico, captando con su cámara la belleza y personalidad de todos aquellos rostros que le llamaban la atención, tanto de los innumerables amigos, conocidos, y personalidades de su tiempo, como de todas aquellas gentes que se cruzaban aunque fuera un instante en su camino: Baroja y Azorín en la intimidad de sus hogares, o el minero que sonríe en el oscuro interior de la galería asturiana; los que fueron sus grandes maestros durante el periodo alemán, o los últimos carreros reparando la rueda de un carro; un octogenario Manuel Gómez Moreno subiéndose a un altarcillo para examinar una talla, o el anarquista Benedetto Croce que no dejaba que nadie le fotografiara; la pastorcilla leonesa concentrada en el baile y la campesina manchega recolectando pacientemente los pistilos del azafrán; Alberti durante su expatriación en Roma, o el indio peruano que se arrodilla en la catedral de Cuzco; la joven japonesa que participa, ataviada con el kimono clásico, en un congreso berlinés, o Carlos Saura y Géraldine Chaplin durante un rodaje; los pintores, músicos y escultores de su época, Victorio Macho, Luis de Pablo, Mingote, Daniel Vázquez Díaz, Eduardo Vicente, Javier Clavo, José Caballero, y el dulzainero segoviano Agapito Marazuela; Dámaso Alonso conferenciando, Javier Zubiri, José María Salaverría, y tantos otros… Personas de toda índole a las que hay que sumar incontables lugares y rincones sugerentes, tradiciones antiguas y facetas de la industria moderna, todo revestía un brillo especial tras el objetivo de la cámara de Gonzalo Menéndez-Pidal. En buen cúmulo de fotografías dejó prueba de su talento, y todo ello sin perder nunca de vista el valor testimonial de cada imagen, fiel a la tradición familiar de recolector de estampas del tiempo en que le tocaba vivir.

“En general me he empeñado más en buscar la verdad de lo que fue, que en dar claves mágicas y simplistas que pretendan explicarlo. No puedo pensar en buscar la razón y causa de cosas que ni siquiera sabemos si fueron; por eso, siguiendo a M. Glangeaud, rehuyo el echar mano de palabras fetiches que no aportan nada de por sí, sino que anublan el panorama haciéndonos pasar junto a las cosas sin verlas”

A principio de la década de 1990, la acumulación hasta entonces recolectada, fue concienzudamente destilada por el mismo Gonzalo, en una de las muchas exposiciones fotográficas que realizó a lo largo de su vida, sin duda la más personal de todas, titulada “El pequeño mundo en que me tocó vivir” (25). Las fotografías que Gonzalo seleccionó para aquella compilación particular, y que quedaron registradas en el catálogo que imprimió la Fundación Francisco Giner de los Ríos, puede decirse que conforman un pequeño libro de memorias, o una suerte de autobiografía personal: la cálida y enriquecedora influencia familiar, las excursiones del Instituto Escuela, los viajes a Alemania, la escenificación de romances, el Centro de Estudios Históricos, la Junta para Ampliación de Estudios, el viaje a Perú, los cursos que impartió –junto a Elisa- en Middlebury College (Vermont, Estados Unidos) –uno de ellos sobre canción tradicional española-, la sala de reuniones de la Academia de la Historia o el Instituto Valencia don Juan, la tertulia en casa de Dámaso Alonso –vecino de Chamartín-, la industria vista desde la escala más humana, las labores artesanales y las tradiciones folklóricas que se van perdiendo… el catálogo de aquella exposición dejó reflejado, en fin, todo lo que constituía parte de su vida y de su afán personal por aprender y salvar memoria.

Hojeando sus páginas, puede comprobarse también, la importancia que tuvieron en la vida de Gonzalo la presencia de Elisa, de su madre María y de su abuela materna Amalia Goyri y Goyri, a quienes dedica varias fotografías.

Como complemento a este pequeño pero intenso catálogo, puede señalarse la lectura del libro de memorias titulado “Papeles perdidos”, realizado por Gonzalo Menéndez-Pidal y publicado por la Residencia de Estudiantes en el año 2004. (26)

El interés que para Gonzalo Menéndez-Pidal supusieron el arte y la técnica de la fotografía quedó recogido en sus propias palabras, en el texto de aquel catálogo: Se me ha preguntado el por qué de mi afición a manejar imágenes fotográficas y registros sonoros. Tal vez fue causa el ambiente que me envolvió desde muy niño. Mi padre en torno a 1900, para precisar el verosimilismo de nuestros viejos cantares de gesta, recorrió las tierras que fueron su escenario, y fotografiaba. Y, a la vez, comprendía que para rastrear los orígenes de nuestra lengua, mejor que cualquier anotación sobre un viejo manuscrito, lo era la fotocopia en que se podía comprobar una y otra vez la correcta lectura, eso que para entonces una cámara de prisma de 18 x 24 cm. resultaba algo verdaderamente engorroso. También, por esos años, recurrió al fonógrafo para registrar en sus cilindros de cera, cantos tradicionales.
Más tarde, el que había de ser mi cuñado, Miguel Catalán, manejaba fotografías como material básico, en sus trabajos de espectroscopia. En fin, a mi alrededor se trabajaba sobre fotografía y registros sonoros, ¿cómo después me iba a poder adentrar yo en revivir la imagen que del mundo tuvieron nuestros cosmógrafos sin acopiar fotografías de manuscritos, mapas o instrumentos? Lo mismo me sucedería al querer evocar la tradición isidoriana o la vida en el siglo XIII
. (27)

Aquel conjunto de imágenes cuidadosamente seleccionadas por Gonzalo para aquella exposición incluían, además de retratos y fotografías de lugares y tradiciones, otra de las modalidades fotográficas favoritas de Gonzalo: el positivado directo a partir de fotogramas de las películas que iba atesorando en su Filmoteca particular.

Gran conocedor de la historia del cine, en 1987, Gonzalo Menéndez-Pidal organizó en los locales de la Institución Libre de Enseñanza, una exposición sobre la Historia del Cine Europeo, montada con fotografías de gran formato que él mismo había positivado en su laboratorio. El catálogo que se editó sobre aquella exposición titulada “Algo del cine europeo desde sus orígenes” (28) constituye una lección magistral de historia del cine, capaz de condensar toda su esencia en unas pocas páginas. Los dos últimos párrafos con que Gonzalo terminó el prólogo, constituyen el resumen perfecto de lo que pensaba y esperaba de un modo de expresión que, de alguna manera, fue creciendo con él, inicialmente en los recuerdos que de los orígenes del cine compartirían con él su abuela Amalia, y sus padres, Ramón y María, y posteriormente con su propia participación directa como cineasta, desde que, con apenas veinte años, comenzara a filmar sus primeros rollos de película documental, comprometido con la labor del Centro de Estudios Históricos, organismo dedicado a las humanidades, que dirigía Ramón Menéndez-Pidal, tras haber sido creado en 1910 ‘con el fin de promover las investigaciones científicas de nuestra historia patria en todas las esferas de la cultura’.

“Refiriéndose a las cuestiones tratadas en “Mozárabes y asturianos en la cultura de la Alta Edad Media”: Y en esta historia se nos va revelando una vez más el sorprendente valor de ese siglo X en que la participación hispánica aparece en todos los campos como uno de los episodios de nuestra historia de mayor trascendencia para el Occidente”

Gonzalo Menéndez-Pidal concluía en su prólogo: Sería de esperar que, tras todo ello, fuera surgiendo un diálogo y una mayor comprensión de ese medio expresivo que es el cine, y que como el dibujo o la escritura es complemento utilísimo en la comunicación humana, y que como todos sus congéneres puede servir para cosas útiles e inútiles, para crear obras admirables o detestables.

Aprendamos a ver en el cine lo que haya de positivo y dejemos de lado lo inútil, aunque tal vez en todo quede algo que testimonie una época, una moda, un país, unos hombres. (29)

Aquella exposición constituía el complemento a un seminario de tres meses durante el cual Gonzalo Menéndez-Pidal iba explicando semanalmente las distintas etapas por las que pasó nuestro cine europeo, acompañando cada lección con la proyección de una película procedente de su filmoteca particular. Era el mismo Gonzalo quien, tras conferenciar, actuaba como proyeccionista.

En el año 1932, Gonzalo había vuelto a viajar a Alemania, concretamente a Berlín, donde había realizado un curso de cine científico en la Film und Bildamt der Stadt Berlin. Allí había aprendido, además, siempre motivado por su insaciable curiosidad personal, el peculiar oficio de proyeccionista profesional de cine, labor esporádica que compaginó con sus estudios y de la que se sentiría siempre muy orgulloso.

“No nos contenta hoy leer un poema medieval con mero criterio de estética actual, queremos comprenderlo acercándonos a su tiempo; y entonces resulta que ese poema servirá a su vez para comprender su época”

Cuando, a la vuelta de Alemania, organizó su habitación de la casa familiar de Chamartín, incorporó sin dudarlo una gran pantalla en una de las paredes, dando nacimiento a la que sería ya a partir de entonces, una de sus principales prioridades: la de contar con proyector y pantalla de cine allá donde viviese. Aquella habitación de estudiante con pantalla de cine incorporada, pronto fue a mayores, y el pequeño cine privado de Gonzalo pasó a ocupar todo un sótano de la casa familiar, cuyas paredes se forraron con cortinas negras que escondían las estanterías donde se guardaban las películas. En aquél amplio y cómodo espacio donde Gonzalo dispuso su filmoteca y su laboratorio fotográfico, tendrían lugar numerosas reuniones de amigos y conocidos a los que Gonzalo amenizaba con proyecciones escogidas, anotando en el dorso de la ficha de cada película, la lista de personas que la habían visto. También en aquella habitación se realizaron muchas de las grabaciones en las que Gonzalo registraba, en cintas magnetofónicas, canciones populares tradicionales, cantadas por todos aquellos que las recordaran desde la infancia –incluyendo a un Julio Caro Baroja cantando tonadas vascas acompañado por el acordeón-, y diversos testimonios aportados por muy distintas gentes, como, por ejemplo, el episodio de la detención de Federico García Lorca contado por el poeta Luis Rosales. Los micrófonos también salieron de allí a menudo, siempre en busca de registros de voces destacadas, como la de Pío Baroja en la tertulia de su casa, o la de Pablo Neruda en su paso por el aeropuerto de Madrid, Barajas, en 1972, por citar únicamente un par de ejemplos. En ningún caso se trataba de entrevistas formales sino más bien de improvisaciones realizadas sin guión previo, en un intento por conservar la frescura con que los personajes escogidos se expresaban de forma natural. Algunas de aquellas grabaciones serían posteriormente utilizadas para la redacción de algunos artículos –como el que Gonzalo Menéndez Pidal dedica a Rafael Alberti (30) -, o fueron aprovechados en algunas de sus películas. Cuando, en1985, la casa de Chamartín se convirtió en la Fundación Ramón Menéndez-Pidal, Gonzalo trasladó su famoso sótano a la casa de San Rafael, situándolo esta vez en el ático, lo que le valió la denominación familiar de ‘Sótano de Arriba’. También en su nuevo hogar madrileño –situado en un piso de la cercana calle de Alberto Alcocer-, organizaría un pequeño cine privado, al que a menudo acudirían a completar su formación, los alumnos norteamericanos procedentes del Instituto Internacional de Middlebury de Madrid (calle Miguel Ángel 8) en donde Gonzalo y Elisa impartieron clases durante muchos años.

Además de exhibir las películas de su filmoteca privada en aquellos cines particulares, Gonzalo Menéndez-Pidal se trasladó también, en múltiples ocasiones, a muy distintos lugares, desplazándose junto con sus proyectores y sus películas, para compartir y difundir sus conocimientos sobre la historia del cine.

Documentalista

Mientras recopilaba testimonios de toda clase, ya fueran fotografías, registros sonoros, o filmaciones, Gonzalo Menéndez-Pidal, casi sin darse cuenta, había ido convirtiéndose en un extraordinario documentalista. Porque el cine, como ya se ha dicho, constituyó uno de los campos por los que más se interesaría Gonzalo a lo largo de su vida, tanto desde su faceta de historiador como desde otro ángulo más personal, el de autor, creador y realizador de documentales.

Siempre alerta frente al hecho de que cualquier tipo de filmación pudiera constituir un valioso documento para el estudio científico de una u otra disciplina, y anteponiendo a cualquier otra utilidad, el servicio que la innovación tecnológica pudiera prestar a la ciencia, Gonzalo Menéndez-Pidal se había sentido desde muy joven interesado por el género que, desde mediados de los años veinte del siglo XX, había empezado a denominarse ‘documental’. No sólo se dedicaría a coleccionar en su filmoteca algunos de los documentales más interesantes de su tiempo, sino que llegó a elaborar él mismo sus propios documentales, profundamente consciente, no sólo del valor que reviste en sí mismo cualquier gesto humano –siempre más atento a los pequeños gestos que a las grandes gestas-, sino sobre todo, del valor que adquiere el hecho de poder revisar esos gestos gracias al soporte de las filmaciones y los registros sonoros.

Gonzalo Menéndez-Pidal había empezado a realizar sus primeras filmaciones durante el verano de 1930, es decir, cuando estaba a punto de cumplir los veinte años, gracias a un proyecto del Centro de Estudios Históricos del que era presidente su padre Ramón Menéndez-Pidal. El Centro de Estudios Históricos, estaba entonces promoviendo varias exploraciones romancísticas y folklóricas destinadas a reunir material sonoro, gráfico y cinematográfico de bailes y tradiciones populares, muchas de las cuales había que ‘revivir’ pues se hallaban ya entonces en desuso. Durante aquel verano de 1930, Ramón Menéndez-Pidal y su familia viajaron a Asturias y Cantabria. Los bailes se organizaron ‘en honor del ilustre Presidente de la Academia Española’, con asistencia de autoridades locales y prensa regional. En las excursiones y su organización participaron, entre otras muchas gentes, Eduardo M. Torner y Aurelio de Llano Roza de Ampudia.

Existen numerosas descripciones de aquellos bailes redactadas por María Goyri, y por Ramón Menéndez-Pidal, que pueden leerse en el libro de Diego Catalán, “El archivo del Romancero, patrimonio de la humanidad. Historia documentada de un siglo de historia” (2001), transcrito en el blog de la web Cuesta del Zarzal. (31) En el invierno de 1930 viajarán a Las Navas del Marqués (Ávila, partido de Cebreros), para presenciar el baile de tres. Ramón Menéndez-Pidal incluiría muchas de las fotografías de Gonzalo en varios de los trabajos que publicaría relativos a este tema.

También a principios de los años de 1930, durante su etapa de estudiante Gonzalo participaría amistosa y desinteresadamente, en las Misiones Pedagógicas, ocupándose de varias tareas, entre las cuales la de filmar y fotografiar las labores de los misioneros y la expectación del público rural al que visitaban. También intervino en la primera etapa del teatro ambulante de la Barraca, ayudando a su diseño y montaje, y encargándose de la instalación eléctrica y de las luces escénicas, labores que combinó, como era ya habitual en él, con el manejo de las cámaras fotográfica y de cine. Y en 1933 formó parte del Crucero Universitario, de nuevo encargado de las filmaciones que se realizaron en las distintas ciudades del Mediterráneo que visitaron. Lamentablemente, de aquellas películas no pervivirían más que unas pocas imágenes rescatadas gracias a la prevención con que Gonzalo Menéndez Pidal solía positivar algún fotograma. En este caso, con destino a la exposición fotográfica que se montó como recapitulación del crucero estudiantil (32).

Cada vez que llevaba a cabo algunas de aquellas filmaciones histórico-culturales encargadas por el Centro de Estudios Históricos, nada más llegar a Madrid, Gonzalo se ocupaba personalmente de las gestiones para el revelado, tratando para ello con el prestigioso laboratorio Madrid Film. (33)

Nadie mejor que el mismo Gonzalo para explicar, con sus propias palabras, su temprana afición al cine: Y pronto nacería también en mí la curiosidad por el cine, documento de nuestro tiempo. Unas veces será el baile de tres en las Navas, la recogida del azafrán en La Roda, una actuación de Misiones Pedagógicas, la rueda de un carro y tantas otras cosas. Y de este material cinematográfico, en ocasiones, un solo fotograma, un cincuentavo de segundo, puede cobrar sustantividad, así, cuando tuve que escribir la necrología del buena amigo Dámaso Alonso, la Academia pidió a los familiares un retrato con que encabezar la publicación, y lo que enviaron no fue sino un fotograma del documental que yo había rodado durante el centenario de Pío Baroja y en el que Dámaso evocaba los días en que, a principios de siglo, se sumía en la lectura de “El Árbol de la Ciencia”. (34)

Los primeros documentales de autor, realizados por Gonzalo Menéndez-Pidal, quien se ocupaba en cada película de todas las facetas que requería -títulos, montaje, sonido, voces, etc.-, ven la luz a finales de la década de los años de 1960, tratando temas tan distintos como el alfabeto latino y la escritura, los caminos de España o la elaboración de la rueda de un carro. Muy interesado en las labores tradicionales de la España rural, se interesará posteriormente por el último calderero que seguía batiendo el cobre en su taller de Navafría (Segovia), y elaborará una película sobre la corta de pinos en montes segovianos. “Hijos del 68” será el más conocido y difundido de sus largometrajes; en él cuenta Gonzalo Menéndez-Pidal la historia de España en imágenes desde la guerra de 1808 hasta la de 1936.

En las conferencias impartidas sobre la historia del cine, refiriéndose al ‘documental español’ Gonzalo Menéndez-Pidal terminaba insistiendo, una vez más, en la importancia de conservar el legado cinematográfico de nuestra memoria: hay una masa de información cinematográfica que captó aspectos totalmente ignorados por las casas rectoras de los noticiarios comerciales. Me refiero a lo que un médico aficionado al cine registró en su quirófano, o a lo que un amigo rodó del trabajo de un arquitecto, o el que navegó en una trainera que pescaba sardinas, o el familiar que registró los capotazos que un grande hombre daba a una vaquilla. Todo eso son capaces de recuperarlo las técnicas actuales. Y hay que hacerlo. (35)

Algunos estudiosos han considerado a Gonzalo Menéndez-Pidal como una figura relevante del cine documental y educativo frente al cine comercial. Entre ellos, Alfonso Puyal, quien dedica un extenso artículo a la faceta cineasta de Gonzalo, titulado “Gonzalo Menéndez-Pidal o el cine como documento”, del cual extractamos unas pocas líneas: Abordar la figura de Gonzalo Menéndez-Pidal es una tarea tan apasionante como compleja. (…)Es compleja por el hermetismo que manifiesta a la hora de hablar de su trabajo como cineasta. Dicha resistencia se hace evidente cuando sus declaraciones están salpicadas de afirmaciones tales como “yo no he hecho cine” o que “filmaba igual que aprendí a escribir”. (…) Su labor como documentalista, además, se extenderá a lo largo de cuatro décadas más. Sirva esto de avance para que tomen el relevo investigadores y estudiosos.(…) Para Gonzalo no había diferencia entre lo sonoro, lo escrito y lo visual, para él eran todas formas de representar costumbres desaparecidas: “Eso ya no existe, pero ahí está”… Y así es como Gonzalo pasó toda una vida atesorando recuerdos, salvando imágenes de la destrucción, publicando y difundiendo retratos, dibujos, fotografías, iconos, símbolos, mapas, grabados, láminas y todo lo imaginable.(36)

Marta Nuere Menéndez-Pidal

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Notas:

(1) La brevísima biografía informativa que aparece en la solapa de LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX VISTA POR SUS CONTEMPORÁNEOS (Volumen I, Madrid 1988, Centro de Estudios Constitucionales), fue redactada, –aunque no figure su firma- por Elisa Bernis Madrazo.

(2) Como por ejemplo, en LA ESPAÑA DEL SIGLO XIII LEÍDA EN IMÁGENES, (Madrid 1986, Real Academia de la Historia), que incluye un capítulo dedicado a la moda medieval, realizado en colaboración con Carmen Bernis Madrazo.

(3) Las colaboraciones entre Gonzalo Menéndez-Pidal y Arturo Ruiz-Castillo se iniciaron durante la juventud de ambos, en las filmaciones realizadas durante las Misiones Pedagógicas, los viajes de La Barraca, Y el Crucero Universitario de 1933. El tomo realizado por Gonzalo Menéndez-Pidal sobre el Romancero, para la Biblioteca Literaria del Estudiante, llevaba originales y vanguardistas ilustraciones de línea, dibujadas en blanco y negro, por Arturo Ruiz-Castillo (véase BIBLIOGRAFÍA).

Más tarde, a finales de los años de 1960, Gonzalo Menéndez-Pidal aportará una serie de documentales para un programa televisivo realizado por Arturo Ruiz-Castillo (véase FILMOGRAFÍA PRINCIPAL)

(4) MOZÁRABES Y ASTURIANOS EN LA CULTURA DE LA ALTA EDAD MEDIA REFLEJADAS EN SUS BIBLIOTECAS. FILIACIÓN DE LOS MANUSCRITOS DE BEATO EN RELACIÓN CON LA HISTORIA DE LA CULTURA Madrid (1953), inédita, Ejemplar en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia (23-12985). Memoria para obtener el grado de doctor en la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Madrid.

(5) Sobre la tesis de Gonzalo Menéndez-Pidal ver estudio de Carmen Manzo Porto: LA CARTOGRAFÍA HISTÓRICA EN LOS LIBROS DE DON GONZALO MENÉNDEZ PIDAL Y SU COLECCIÓN DE MAPAS LEGADOS A LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA. Boletín de la Real Academia de la Historia, ISSN 0034-0626, Tomo 206, Cuaderno 1, 2009, pp. 101-148.

(6) ATLAS HISTÓRICO ESPAÑOL, Barcelona (1941), Editorial Nacional

(7) TAJO, SEMANARIO de Madrid. -27 dic 1941- Artículo titulado “Un Atlas histórico español” por Karl Vossler.

(8) Manuel Gómez-Moreno recogió parte de los elogios de Vossler y de Krüger en su discurso de contestación al ingreso de Gonzalo Menéndez-Pidal en la Academia de la Historia.

SOBRE MINIATURA ESPAÑOLA EN LA ALTA EDAD MEDIA, CORRIENTES CULTURALES QUE REVELA Madrid (1958), Espasa-Calpe S. A., Discurso leído ante la Real Academia de la Historia por D. Gonzalo Menéndez-Pidal y contestado por D. Manuel Gómez-Moreno, 29 de junio de 1958.

(9) IMAGEN DEL MUNDO HACIA 1570, SEGÚN NOTICIAS DEL CONSEJO DE INDIAS Y DE LOS TRATADISTAS ESPAÑOLES Madrid (1944), Consejo de la Hispanidad.

(10) LOS CAMINOS EN LA HISTORIA DE ESPAÑA Madrid (1951), Ediciones Cultura Hispánica. (11) ESPAÑA EN SUS CAMINOS Madrid (1992), Caja Madrid.

(12) 1933- ROMANCERO Madrid (1933), Instituto Escuela, Biblioteca Literaria del Estudiante (Dirigida por Ramón Menéndez-Pidal). Tomo XXV. Con ilustraciones de Arturo Ruiz-Castillo.

(13) 1947- CÓMO VIVIÓ Y VIVE EL ROMANCERO Ramón Menéndez-Pidal. Valencia (1947), E. López Mezquida, Colección: la Enciclopedia Hispánica, vol. IV. Ilustraciones de Gonzalo Menéndez-Pidal

(14) 1951-ROMANCERO 1951-Barcelona (1951), Editorial Éxito, S. A., Clásicos Jackson, volumen VII Con estudio preliminar y varios romances no publicados anteriormente.

(15) 1953- ILUSTRACIONES MUSICALES (LA MÚSICA EN EL ROMANCERO) Madrid (1953), Espasa Calpe, S. A. Romancero Hispánico (Hispánico-Portugués-Amaricano y Sefardí) Teoría e Historia. Tomo I- Por Ramón Menéndez-Pidal, con ilustraciones musicales por Gonzalo Menéndez-Pidal, pp. 367-402

(16) Estas emisiones radiofónicas, son citadas en el discurso de Manuel Gómez-Moreno en contestación al de Gonzalo Menéndez-Pidal en su ingreso como académico de la Real Academia de la Historia.

(17) 1942- LENGUA ESPAÑOLA: GRAMÁTICA-EJERCICIOS-LECTURA. SEGUNDO CURSO Madrid (1942), Enrique Prieto.

(18) SOBRE MINIATURA ESPAÑOLA EN LA ALTA EDAD MEDIA, CORRIENTES CULTURALES QUE REVELA Madrid (1958), Espasa-Calpe S. A., Discurso leído ante la Real Academia de la Historia por D. Gonzalo Menéndez-Pidal y contestado por D. Manuel Gómez-Moreno, 29 de junio de 1958.

(19) Citado en el discurso de Gonzalo Menéndez-Pidal el día de su ingreso como académico de la Real Academia de la Historia. SOBRE MINIATURA ESPAÑOLA EN LA ALTA EDAD MEDIA, CORRIENTES CULTURALES QUE REVELA Madrid (1958), Espasa-Calpe S. A., Discurso leído ante la Real Academia de la Historia por D. Gonzalo Menéndez-Pidal y contestado por D. Manuel Gómez-Moreno, 29 de junio de 1958.

(20) SOBRE MINIATURA ESPAÑOLA EN LA ALTA EDAD MEDIA, CORRIENTES CULTURALES QUE REVELA Madrid (1958), Espasa-Calpe S. A., Discurso leído ante la Real Academia de la Historia por D. Gonzalo Menéndez-Pidal y contestado por D. Manuel Gómez-Moreno, 29 de junio de 1958.

(21) Artículo publicado en “EL PAÍS” en Mayo de 1989, por Eduardo Camacho, escritor y profesor colombiano, director del programa universitario del Middlebury College en Madrid. (22) Citado en EL PEQUEÑO MUNDO EN QUE ME TOCÓ VIVIR Madrid (1990), Institución Libre de Enseñanza- Fundación Francisco Giner.

(23) Durante el final del verano de 1895, Ramón Menéndez-Pidal realizó un viaje en compañía del escritor santanderino José Ramón Lomba de la Pedraja, por los escenarios relacionados con la leyenda de los Siete Infantes de Lara, tomando fotografías testimoniales. Años más tarde, durante la primavera de 1900, Ramón Menéndez-Pidal repetiría la experiencia con María Goyri, diseñando el viaje de recién casados por territorios de Guadalajara y Soria en busca de las huellas del Cid, recogiendo con su cámara Kodak imágenes de los distintos lugares relacionados con el itinerario del destierro que siguió el Campeador del cantar de gesta.

(24) LA ESPAÑA DEL CID. De Ramón Menéndez-Pidal. Madrid (1969) Espasa-Calpe S. A. Con dibujos de Pedro Muguruza. Incluye algunas fotografías en blanco y negro realizadas por Gonzalo Menéndez-Pidal, cuyo nombre aparece en los pies de foto como GMP.

(25) EL PEQUEÑO MUNDO EN QUE ME TOCÓ VIVIR Madrid (1990), Institución Libre de Enseñanza- Fundación Francisco Giner.Corporación de Antiguos Alumnos. Catálogo realizado a raíz de la exposición fotográfica realizada por Gonzalo Menéndez-Pidal con el mismo título, en el Instituto Internacional Americano de la C/ Miguel Ángel 8 de Madrid.

(26) PAPELES PERDIDOS Madrid (2004), Amigos de la Residencia de Estudiantes. Libro de memorias de Gonzalo Menéndez-Pidal.

(27) Texto redactado por Gonzalo Menéndez-Pidal para el catálogo de la exposición fotográfica EL PEQUEÑO MUNDO EN QUE ME TOCÓ VIVIR Madrid (1990), Institución Libre de Enseñanza- Fundación Francisco Giner.

(28) ALGO SOBRE EL CINE EUROPEO DESDE SUS ORÍGENES. Madrid (1987), Institución Libre de Enseñanza. 1987 Catálogo de la exposición fotográfica del mismo título realizada por Gonzalo Menéndez-Pidal en los locales de la Institución Libre de Enseñanza de Madrid.

(29) EL PEQUEÑO MUNDO EN QUE ME TOCÓ VIVIR
Madrid (1990), Institución Libre de Enseñanza- Fundación Francisco Giner.

(30) RAFAEL ALBERTI
Madrid (2000) Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, nº39, octubre 2000, pp. 7-38.

(31) EL ARCHIVO DEL ROMANCERO, PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD. HISTORIA DOCUMENTADA DE UN SIGLO DE HISTORIA. De Diego Catalán Menéndez-Pidal Madrid (2001). Fundación Ramón Menéndez-Pidal & Seminario Menéndez-Pidal, Universidad Complutense de Madrid

(32) Exposición organizada en 1934 en Amigos del Arte, con fotogramas positivados directamente por Gonzalo Menéndez-Pidal del documental realizado durante el Crucero Universitario por el Mediterráneo. El montaje de la exposición fue realizado por Arturo Ruiz Castillo.

(33) Citado en PAPELES PERDIDOS (Madrid (2004), Amigos de la Residencia de Estudiantes. Domingo Blanco, el fundador del prestigioso laboratorio Madrid Film, y su hijo Enrique Blanco, también se convertirían en grandes amigos de Gonzalo Menéndez-Pidal.

(34) Citado en EL PEQUEÑO MUNDO EN QUE ME TOCÓ VIVIR
Madrid (1990), Institución Libre de Enseñanza- Fundación Francisco Giner.

(35) ALGO SOBRE EL CINE EUROPEO DESDE SUS ORÍGENES.
Madrid (1987), Institución Libre de Enseñanza. 1987

(36) GONZALO MENÉNDEZ-PIDAL O EL CINE COMO DOCUMENTO. De Alfonso Puyal.
Madrid (2004), Boletín de la Institución Libre de Enseñanza Segunda Época, nº 56, diciembre 2004, pp. 31-46.